“Mis días empiezan con Medicina y terminan con kárate”, así definió su cotidianidad Amílkar Suárez, quien recientemente se convirtió en el Cuarto Dan más joven de Cuba en la modalidad de shito ryu, de kárate do. Aprendió hace mucho tiempo que la grandeza es como el bambú: mientras más alto, más se inclina. Por eso es muy raro escucharlo hablar sobre sí mismo, solo lo hace en ocasiones especiales.
Se toma en serio todo sus proyectos y es muy exigente consigo mismo y con los demás, a eso debe el haber llegado tan lejos en un deporte que, además de arte, es un estilo de vida. Al hablar de sus alumnos, se emociona, tal vez porque le recuerdan cuándo empezó en las artes marciales.
¿Por qué el kárate?
“Comencé a los 10 años, al principio para bajar de peso y por imitar a los héroes de las películas. Mi padre fue mi primer maestro. Él es uno de los fundadores del kárate en Holguín, y alguien a quien admiro mucho.”
¿Los niños…?
“Son una parte muy importante de mi vida. Soy profesor de kárate hace seis años y todos los días me enseñan algo nuevo. Ellos aprenden mucho. Hasta pedir permiso durante el entrenamiento, los educa en el respeto hacia los demás, los hace responsables. Todos los niños deberían practicar kárate. Además de enseñarlos a defenderse y prepararlos físicamente, moldea el espíritu. Los padres salen contentísimos con el resultado.”
El kárate permite la defensa personal sin utilizar armas, sólo el cuerpo humano. Existen diversos grados de adiestramiento, representados por el color del cinturón de tela que en orden ascendente son: blanco, verde, morado, marrón y negro. Las calificaciones para los cinturones difieren de escuela a escuela, dependiendo del estilo y el nivel que se enseñe. El cinturón negro o dan es el máximo nivel en kárate y está también calificado en grados de pericia, el décimo dan es el de mayor nivel.
¿Cómo llegaste a Cuarto Dan?
“A los 14 años alcancé la cinta negra. Desde entonces, nunca he dejado de trabajar para escalar. Además de tener tendencias obsesivas, considero que la superación personal es muy importante. Para hacer los exámenes en el que se obtiene el Cuarto Dan, es necesario tener más de 30 años, pero yo tuve la oportunidad de hacerlos ahora, con 26.
“Alcanzar un grado en kárate es muy difícil en Cuba, porque el rigor es muy alto. No basta con querer hacer las pruebas, uno tiene que ganarse el derecho. Se utiliza un sistema de campamento en el que un grupo pasa de cinco a siete días interno en un lugar, con cinco sesiones diarias de entrenamiento de una a dos horas. Al final, se examinan los que demuestren mayor nivel técnico.
“Esta vez se presentaron alrededor de 70 personas, pero solo seleccionaron a 15. Tuvimos el gran honor de que participara en la evaluación, el maestro japonés octavo dan Shoko Sato, director técnico de la Federación Mundial del Kárate-Do, en el estilo Shito Ryu.”
¿Quién es, además, Shoko Sato?
“Él es lo que llamamos un verdadero budoca. Para mí fue una gran experiencia conocerlo, porque tiene una personalidad sorprendente. A pesar de sus años, representa un ideal de karateca. Durante el entrenamiento, corríamos todos los días de seis a ocho kilómetros, pero él siempre estuvo a nuestro lado, como un compañero más. No es tanto el nombre o los grados lo que uno respeta, sino lo que se descubre en la convivencia”.
En este deporte existen dos modalidades, el kata, secuencia de movimientos en un combate imaginario, y el kumite, combate cuerpo a cuerpo. En ambas, Amílkar ha alcanzado a nivel nacional, dos medallas de oro y dos de plata, en competiciones abiertas; y en eventos universitarios cuatro medallas de oro y tres de plata. Durante sus 16 años como karateca ha sido Campeón Nacional tres veces.
¿Cómo se unen el kimono y la bata blanca?
“Desde niño quise ser médico, mucho antes de que me interesara el kárate. Dentro de poco comenzaré mi especialidad. Aún no he decidido exactamente cuál será, pero sé que en un futuro estaré con un bisturí en la mano. Mis dos carreras están relacionadas, pero a la vez distan mucho porque ambas trabajan con las manos de una manera muy diferente. El kárate puede dañar la parte de mi cuerpo que más necesito para desarrollarme como médico.”
En este arte marcial existen numerosos estilos, entre los más tradicionales se encuentran el Goju Ryu, Wado Ryu, Shotokan y Shito Ryu. Amílkar fue el primer practicante de este último en la provincia. Con solo 14 años, viajó junto al maestro Nelson Farías a la Ciudad de La Habana, con el objetivo de traer el programa. Después de varias sesiones en el hoy Hospital Salvador Allende, regresó a su ciudad para impartir clases a los más experimentados. A este hecho y a su habilidad, debe el haberse convertido en el primer cinturón negro del estilo shito ryu en Holguín.
¿Tiempo libre, hobbies…?
“En el poco tiempo libre que tengo me gusta ‘descargar’ con mis amigos, aunque soy un poco remolón con mis amistades en general. Contrario a lo que algunos puedan pensar, sólo me apasionan algunas películas de artes marciales. Me gusta el cine que me pone a pensar, que me enseña algo nuevo. En cuanto a la música, me encantan los boleros, sobre todo los cubanos. Me gusta bailar, conocer de historia universal y leer libros de Medicina. En grupo siempre termino hablando de ella, me apasiona muchísimo.”
Además del kárate, cuando niño fue nadador y participó en deportes acuáticos. Sólo para ver, le gustan todos los deportes de combate, de manera especial el judo y la lucha greco. El fútbol también le parece interesante.
¿Cuáles han sido los momentos más importantes de tu vida?
“El primer parto que hice y mi primera medalla de oro. Las vivencias de un deportista son exclusivas y muy fuertes; aunque más importantes son los momentos cotidianos con mi familia, mis alumnos y mis pacientes. También mi profesión me da muchas satisfacciones. Pero, si los ponemos en una balanza, los momentos cotidianos son los que valen.”
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